San Isidro en crisis sanitaria: hospitales al límite y un municipio que no escucha

Vecinos denuncian un sistema de salud deteriorado, sin insumos ni turnos disponibles. Hospitales que durante años funcionaron con orden, hoy sufren desorganización, colapso y falta de respuesta. El deterioro es evidente, las soluciones no llegan.
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 San Isidro supo tener hospitales que eran orgullo de su comunidad. Pero hoy, la salud pública está al borde del colapso. Lo que antes funcionaba con previsibilidad, ahora se volvió incertidumbre constante. 
Consultas demoradas, estudios postergados y un sistema que se desorganizó al punto de paralizarse.

El Hospital Central ya no puede responder con eficiencia. Las guardias están saturadas, faltan materiales básicos y los turnos para estudios simples pueden demorar hasta 9 meses. La Nación (03/06/2024) advirtió sobre un deterioro que viene profundizándose y que la gestión actual no logra frenar.

El invierno expuso otro problema grave: durante la ola polar de junio, el Hospital Central estuvo sin calefacción. Pacientes y trabajadores soportaron temperaturas extremas sin condiciones mínimas de dignidad.

El malestar llegó también al personal de salud. Según Infoban (11/06/2025), los profesionales iniciaron un paro activo reclamando sueldos por debajo de la línea de pobreza y condiciones laborales insostenibles. Las guardias están colapsadas y los insumos se agotan.

Pero tal vez lo más alarmante sea la decisión del intendente Ramón Lanús de adherir al Sistema de Atención Médica Organizada (SAMO), que habilitó a 17 millones de bonaerenses a atenderse en los hospitales de San Isidro, sin contraprestación económica desde la Provincia. El sistema local, ya debilitado, quedó desbordado.

A esto se sumó un hecho grave: la caída del sistema de historia clínica digital, que dejó sin acceso a información a médicos y pacientes durante semanas (Zona Norte Diario – 21/06/2024), generando pérdida de turnos y atención descoordinada.

El intendente culpa a gestiones anteriores y promete reformas que aún no llegan. Pero para los vecinos mayores, que han visto décadas de gobiernos en San Isidro, la situación es clara:
“Esto antes no pasaba. Se podía confiar. Hoy, ni siquiera hay una silla para esperar con dignidad”, dice Ernesto, jubilado de 72 años.

La salud pública está en terapia intensiva. Y San Isidro, en silencio, la está perdiendo.
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