En las últimas décadas, la tecnología ha transformado radicalmente nuestras vidas y la forma en que interactuamos con el mundo. Sin embargo, esta evolución no está exenta de consecuencias. La más reciente víctima de este cambio constante parece ser una habilidad humana ancestral, que ha perdurado durante 5000 años, pero que la Generación Z está abandonando lentamente debido a su constante interacción con la tecnología.

Este fenómeno, que resalta el impacto profundo y a veces inadvertido de la tecnología en nuestra evolución como especie, plantea una serie de preguntas preocupantes. ¿Estamos avanzando a un ritmo que está erosionando nuestras habilidades más básicas y fundamentales? ¿Qué implicaciones puede tener esto para futuras generaciones y para la humanidad en general? El debate es amplio y las opiniones variadas.

A medida que seguimos adentrándonos en esta era digital, se vuelve cada vez más importante entender las repercusiones de nuestros avances tecnológicos. Es esencial que sigamos cuestionando y evaluando el impacto de la tecnología en nuestras vidas y en nuestro desarrollo como seres humanos. Este fenómeno es un claro recordatorio de que el progreso no siempre es lineal, y que es nuestra responsabilidad garantizar que no perdamos de vista lo que nos hace humanos en medio de nuestra constante búsqueda de avance y mejora.