Ya sabemos que no nos cuidan, ¿ahora nos piden que nos ocupemos nosotros?
San Isidro habla de futuro, pero muchos jóvenes sienten que no están incluidos ni en las intenciones ni en lo práctico. La inseguridad en zonas donde antes se vivía sin miedo es una realidad. Encima, quieren que nos hagamos cargo con Ojos en Alerta
Hay muchas formas de decirle a alguien que no importa. Una de ellas es no protegerlo. Dejarlo expuesto. Ignorar sus reclamos. Tratar sus necesidades como asuntos secundarios. Eso —dicen muchos jóvenes entre 18 y 25 años en San Isidro— es lo que sienten cuando hablan de seguridad. San Isidro no tiene idea de lo que quieren ni de lo que les pasa. Calles oscuras. Plazas vacías. Zonas sin móviles. Y ninguna política clara que los reconozca como parte de la ciudad que se quiere construir. En años anteriores, hubo una intención de generar espacios protegidos para jóvenes: plazas llenas de actividades, móviles con buena frecuencia que patrullaban las calles, puntos seguros en distintos lugares de la ciudad. Hoy, todo eso —según múltiples testimonios— desapareció. Un relevamiento elaborado por una ONG con foco en juventud señala que en al menos ocho zonas donde antes se realizaban actividades sociales y culturales, hoy no hay presencia del municipio, pese a los pedidos realizados. “La ciudad nos dice que somos el futuro, pero no está cuando nos roban, y encima tiran ese chamuyo de ojos en alerta que no sirve para nada”, dice Renata, 19 años. “Quieren que nosotros nos ocupemos de mandar fotos por Whatsapp si vemos algo raro en el barrio… ¿y con eso qué hacemos?” La gestión de seguridad, al igual que la cultura o el empleo, también tiene una dimensión simbólica. Si no hay reacción cuando un joven sufre un robo, si no hay presencia municipal en los espacios donde se reúne, si no hay escucha ante sus alertas… entonces el mensaje es claro: ustedes no son prioridad. Y eso —más allá del miedo concreto— lastima el sentido de pertenencia. La ciudad deja de ser un proyecto común, y se vuelve ajena. La inseguridad, para los jóvenes, no se resuelve solo con anuncios sobre cámaras ni estadísticas. Se resuelve con decisión política, presencia real y respeto al derecho de habitar el territorio con la misma dignidad que cualquier otro vecino. Porque si una ciudad no cuida a los que están empezando a caminarla solos, ¿de verdad quiere tenerlos adentro mañana?
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