Basura visible, calles desordenadas: los “nuevos” contenedores están colapsados.
Con supuestos contenedores nuevos, el municipio prometió una ciudad más limpia. Pero la realidad es otra: vecinos conviven con residuos acumulados, veredas tomadas y espacios de estacionamiento más reducidos. Una gestión que gasta, pero no ordena.
En su intento por mostrar gestión y compromiso ambiental, la Municipalidad de San Isidro anunció en mayo de 2025 la instalación de nuevos contenedores de residuos domiciliarios. Se presentaron como una herramienta moderna para mejorar la limpieza y reducir la contaminación urbana. Sin embargo, el efecto real dista mucho de ese objetivo. La acumulación de residuos persiste —y en muchos casos empeoró— en barrios como Villa Adelina, Martínez, Boulogne y Beccar. A los problemas históricos de recolección se sumó ahora una distribución desordenada de tachos: muchos están mal ubicados, saturados o con residuos a su alrededor, generando malos olores, focos de infección y plagas. Además, los nuevos dispositivos redujeron el espacio para estacionar en zonas densamente urbanizadas. Para vecinos mayores o personas con movilidad limitada, el panorama representa una barrera diaria para tareas básicas como hacer las compras, buscar a los nietos o simplemente circular sin obstáculos. Desde la gestión de Ramón Lanús no se informaron ajustes en recorridos ni mejoras en la frecuencia de recolección. Tampoco se difundieron métricas de impacto, costos totales o criterios técnicos de distribución. La conclusión se impone sola: no era un problema de cantidad, sino de gestión. Y el resultado, para quienes vivieron durante décadas en un San Isidro limpio y ordenado, es frustrante. Hoy hay más contenedores, pero también más basura, menos lugar y más descontento.
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