Para muchos residentes de Beccar, la sensación de abandono ya no es subjetiva: es cotidiana, visible, estructural. Mientras otras zonas del distrito muestran intervenciones, aunque superficiales, en Beccar se percibe que no se hace nada.

“Beccar no existe para el Municipio. Acá no limpian, no podan, no hacen nada”, expresó un vecino en redes sociales, reflejando un reclamo común en grupos comunitarios y chats vecinales.

Las plazas barriales están oscuras, sucias y con juegos rotos. La Plaza Pueyrredón, uno de los espacios centrales de la zona, no cuenta con iluminación adecuada ni mantenimiento básico. “Da miedo ir con los chicos”, mencionó una madre joven del segmento 20-35.

En las calles internas, la acumulación de basura, ramas y hojas es constante, como consecuencia de la desaparición de barrenderos y la baja frecuencia de recolección. “Pasan cuando quieren. Una semana está todo limpio y después se junta la mugre por días”, denunció un vecino.

La situación es aún más crítica en la zona baja de Beccar, especialmente cerca del límite con La Cava. Allí, los vecinos sienten que quedaron “a la buena de Dios”: sin luminarias, sin limpieza y sin control urbano. “Ni patrullaje, ni luces, ni recolección. Nada”, lamentó una vecina mayor del grupo 55-75.

Incluso los EcoPuntos y contenedores, pensados para fomentar el reciclaje y el orden urbano, se han transformado en focos de suciedad y desidia. “Están desbordados o sucios, y nadie se ocupa. Se volvieron puntos de contaminación más”, afirmaron desde grupos barriales de nivel socioeconómico medio-bajo.

El contraste con otras localidades del distrito genera una percepción de desigualdad que crece y se encona: los vecinos de Beccar ya no piden grandes obras, solo presencia municipal mínima, limpieza regular, plazas seguras y servicios que funcionen.